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Historia

     

 

La Universidad Nacional de Luján fue creada en 1972 y en ella la carrera de Licenciatura en Educación Permanente que tenía como uno de sus títulos intermedios el de Educador de Adultos. Fue la primera carrera universitaria con una orientación específica en educación de adultos.

En los tres años de democracia que le sucedieron se inició un camino de crecimiento paralelo y articulado con la Dirección Nacional de Educación de Adultos (DINEA) dependiente del ejecutivo nacional. La Dictadura Militar si bien no eliminó inicialmente este trabajo puso límites a ese desarrollo y finalmente lo interrumpió abruptamente con el cierre de la universidad en 1980.

Con su reapertura en julio de 1984 como conquista de la recuperada democracia, se retomó esa experiencia y se creó, en el Departamento de Educación, la División de Educación de Adultos que desde entonces desarrolla actividades de docencia de grado y posgrado, investigación, extensión. El Plan de estudios de la Licenciatura en Ciencias de la Educación, creada en ese mismo año, tiene como asignatura en el tronco común un Seminario de Educación de Adultos que se continúa en una de sus salidas orientadas es en Educación de Adultos. Más recientemente, en el 2001 se creó el Profesorado en Enseñanza Media de Adultos con la finalidad de aportar a la formación de docentes que se desempeñan en la modalidad.

Si bien la categoría Educación de Adultos tiene una amplia utilización en nuestro medio y en América Latina, existe consenso entre los especialistas en considerar la dificultad para adoptar una definición que englobe la multiplicidad de experiencias, de prácticas y discursos asociados a la educación de jóvenes y adultos (Brusilovsky, Rodriguez, Sirvent, Rodrigues Brandao, Latapí, Vío Grossi, García Huidobro, Hernández, entre muchos).  Todos ellos recurren, entonces, a revisar la historia y también las experiencias del presente que se han desarrollado y se desarrollan bajo esa denominación. En esos recorridos puede verse que desde el siglo XIX está indisolublemente ligada a la experiencia de las clases subalternas al menos en dos sentidos. Por un lado, las organizaciones populares fueron de las primeras que encararon acciones de educación para sus miembros y, por otro, los adultos de esas clases dominadas, fueron los destinatarios de las  políticas educativas concebidas como remediales o compensatorias de la escolaridad a la que no pudieron acceder o completar en su infancia.

Hacia mediados del siglo XX los organismos internacionales impulsaron variadas  experiencias específicas de educación de adultos al tiempo que, desde grupos  académicos, organizaciones y movimientos populares se gestaron prácticas educativas diversas y fueron conformando una perspectiva que luego será denominada educación popular. En nuestro país ocupó un lugar central en el desarrollo de este campo educativo desde el Estado, la Dirección Nacional de Educación de Adultos, creada en 1968. Este organismo público fue uno de los más significativos ejemplos en el viraje de un enfoque desarrollista hacia una propuesta de educación popular, es decir de compromiso explícito con un proyecto político que tuviera a las clases populares como protagonistas. Con el golpe militar del 76, estas propuestas fueron desterradas  y se inició el proceso de desarticulación de la DINEA que culminó en 1993 con su desaparición. Con la democracia surgieron varios planes nacionales pero la Educación de Adultos no logro salir del abandono que fue agravado por las políticas de ajuste del  neoliberalismo de los 90. Esas decisiones políticas tendieron a hacer de la educación para adultos un circuito diferenciado y diferenciador, al reiterar, salvo raras excepciones, la reducción del currículum, o bien al asimilarlo a las características de la educación infanto-juvenil.

La ley de Educación Nacional (2006) ha establecido la obligatoriedad del nivel medio, sin embargo esta es aún insuficiente para  garantizar el pleno acceso y permanencia en los estudios secundarios. Si bien hubo un crecimiento general de la matrícula de EPJA a nivel nacional, esto no alcanza para garantizar la pertinencia y calidad en los aprendizajes.